sábado, 17 de marzo de 2012

1 PARTE DEL RECORRIDO DE FAROS DE PORTUGAL

El despertador estaba puesto a las 8 de la mañana pero a las 7 y media ya estaba despierto. Lo primero (supongo que manías de la edad) subir la persiana y ver cómo se presentaba el día. Era aun de noche y lo único que pude ver era el coche con claros indicios de que la noche había sido fría.

No sé si era el haber dormido divinamente o los nervios por comenzar el viaje que, a pesar de saber que hasta las 9 no había una luz medianamente aceptable para hace fotografías, antes de las 8 ya estaba arrancado el coche para comenzar la marcha. En el navegador la avenida de Santa Marta, en Baiona. Se trataba de pasar por la costa, ir viendo el mar después de 900 kilómetros de autovías de interior, recoger arena de la playa y, si había algo abierto a esas horas de un sábado, tomar el primer café del día.

Algunas veces parece que la vida, el destino, va poniendo señales: Una cafetería abierta llamada Isla, frente a la playa y dentro, decorando una de sus paredes, imágenes de faros. Después del café y de coger arena de la playa de Baiona rumbo al primer faro, al único que no era portugués en este viaje: el de Cabo Silleiro.

El faro de cabo Silleiro tiene la linterna más potente de toda Galicia y se encuentra en la falda de un monte a 85 metros sobre el nivel del mar.

El faro primitivo databa de 1.892 y estaba a 20 metros de la costa (hoy en día solamente quedan unos pocos restos de su base) pero fue necesario darle más altura y potencia y en 1.924 se levantó el que hoy podemos ver. En la misma ladera de la montaña hay instalaciones militares abandonadas que lo único que hacen es estropear el paisaje pero la vista es selectiva y las ignoro: prefiero ver el faro, el mar o las islas Cíes que comienzan a recibir los primeros rayos de sol de la mañana.

Tengo una mezcla extraña de sentimientos al ver este faro: por un lado se me viene a la mente aquel día de enero de 2009 cuando, haciendo la ruta de los faros españoles con mi hija, subí aquí una mañana de niebla completando un sueño. Por otro la alegría, los nervios, del comienzo de una nueva ruta que, si todo va bien, completará el contorno de la península y la visión de casi casi todos sus faros.

Dejo atrás con cierta tristeza este faro que es fin y principio y retomo la carretera que va dibujando la silueta de la costa camino de La Guardia y, a la entrada de éste último pueblo gallego, me desvío para coger la segunda bolsita de arena y para ver un minúsculo puertecillo usado para la descarga de algas. La próxima parada será en tierras portuguesas.

Martita, la voz del navegador, quiere que pase a Portugal por un transbordador pero ella no sabe que antes necesito llenar el depósito de gasolina: en tierras lusas el litro de sin plomo 95 cuesta 25 céntimos más que en España.

No hay comentarios:

Publicar un comentario