Todo lo que hasta ayer había sido sol y buen tiempo hoy se ha
tornado en un día gris y con una niebla que no deja ver a más de 100 metros.
Mal se pinta el día para hacer fotografías, sobre todo teniendo en cuenta que
en el recorrido de hoy hay más de un faro al que tendría que tirarle las fotos
desde muy lejos.
Esta zona de la costa portuguesa por la
que ando desde ayer es realmente rica en faros: en un tramo de menos de 60
kilómetros pueden verse hasta 6 faros en funcionamiento y otros 2 fuera de uso.
Entre el de Santa Marta y el próximo que toca ver, el del fuerte de Sao Juliao
da Barra, hay tan sólo 15 kilómetros.
El faro es básicamente una linterna
montada sobre una torre del fuerte. Por si el problema de la niebla fuese poco
el acceso al fuerte está prohibido y el faro queda muy lejos. Tengo que
recurrir al teleobjetivo, un 100/400, para intentar sacar una fotografía
medianamente aceptable.
El plano focal de este faro está a 39
metros sobre el nivel del mar y emite una luz roja cada 3 segundos.
Frente a él, en el estuario del Tajo y en un islote, está el faro del Bugío.
Ambos señalan la entrada al puerto de Lisboa y marcan lo que los marineros
llaman "el paso entre las torres", dado que el curso de navegación
discurre entre ambos faros.Este fuerte de Sao Juliao da Barra protegió durante
siglos la entrada a Lisboa siendo un punto clave en su defensa. El faro no se
sabe exactamente cuándo comenzó a funcionar, pero hay datos de que fue reparado
tras el terremoto de 1.755. Se automatizó en 1.980 y tiene un alcance de
14 millas.
El siguiente faro debería ser el de
Bugío, pero es literalmente imposible verlo. Es el primero de cuantos tenía en
la lista que se queda sin ver y, lógicamente, sin fotografiar, así que no queda
otra opción que olvidarse de él y seguir el camino hacia el siguiente: Gibalta.
Se encuentra a pocos metros de una
carretera de dos carriles en cada sentido sin un solo hueco donde detenerse. No
va el día muy bien que digamos y no me queda más remedio que seguir adelante y
buscar algún sitio donde dar la vuelta. Al otro lado de la carretera hay un
barrio y una vía de servicio donde dejo el coche, pero ahora toca cruzar la
avenida que, por si no hay bastante, tiene una curva a pocos metros.
Después de hacerlo y estar en el lado bueno me río yo de los deportes de riesgo.
Al menos el faro de Gibalta es un faro
original y verlo de cerca compensa. A sus pies pasa la vía del tren (casi con
tanto tráfico como la carretera) así que el faro está rodeado por una y otra y
hasta él solamente llega un camino que procede del barrio y pasa bajo la
carretera. Se inauguró en 1.954 en sustitución de otro que destruyó un
terremoto 2 años antes y es una torre cilíndrica blanca con nervios verticales
pintados de rojo, de 21 metros de altura y un plano focal de 31. Su linterna
está pintada también de rojo y cerrada por todos lados excepto una pantalla que
mira al mar. Visto desde lejos el faro parece completamente blanco, si acaso
con unas finas rayas rojas verticales que, a medida que nos acercamos van
dándole otra imagen. En 1.981 cuando se automatizó, dejo de tener su propio
"faroleiro". Tiene un alcance de 21 millas y su luz es roja.
Algunas veces se habla de la Torre de
Belém como faro. Lo cierto es que la torre como tal nunca lo fue y ni tan
siquiera hubo una linterna sobre ella como sucede en otras fortalezas. La
torre forma parte de las fortificaciones que se levantaron en el siglo XVI para
la defensa de Lisboa. En 1.886 se instaló junto a ella una estructura sobre la
que se montó una linterna. En 1.945 la linterna se trasladó al faro de Santa
Clara, en la isla de Sao Miguel, en las Azores. Al quedarse sin linterna el
esqueleto que hacía de soporte dejó de tener sentido y fue también
desmontado.
Cruzando el puente del 25 de Abril, al otro lado del Tajo se
encuentra Cacilhas cuyo faro tiene una historia preciosa. Es una torre
cilíndrica de hierro, de 15 metros de altura y menos de metro y medio de
diámetro, del mismo estilo que los que existen más al norte como por ejemplo
Esposende. El faro data de 1.886 pero no siempre ha estado ni en el mismo
punto ni siquiera en la misma ciudad. Es un faro que, si tuviese vida, habría
visto desde su linterna al río Tajo correr a sus pies, habría visto el mar,
habría navegado por él y habría visto a otros faros de la misma manera que los
ven los barcos. Os cuento:
En 1.978 se remodelaron y ampliaron las
instalaciones portuarias de Cacilhas y el faro quedó desactivado. 5 años más
tarde, en 1.983, la Armada portuguesa decide desmontarlo y trasladarlo a la
isla Terceira, en las Azores. Durante muchos años los vecinos de Cacilhas
protestaron y exigieron la devolución de su faro. Estas protestas para
recuperarlo arreciaron sobremanera cuando en 2.004 el faro es desactivado
en la isla y queda fuera de servicio. Al final los vecinos de Cacilhas
triunfaron y en 2.007 consiguen que la Armada acepte devolverles su faro
que regresa a casa y es reinstalado y reinaugurado en julio de 2.009.
A su regreso fue pintado de negro, tal
como estaba en 1.964 pero más tarde le cambiaron el color por el rojo
característico de estas torres, lo que trajo una nueva controversia. Hoy en día
luce de manera testimonial una pequeña luz roja continua. Y ahí está, en
casa, mirando otra vez al Tajo y a Lisboa.
A una hora de carretera al sur de la
capital portuguesa el Cabo Espichel es otro fin del mundo. Desde Azóia,
el último pueblo por el que se pasa, hasta el faro, no hay más de 4 kilómetros,
pero son 4 kilómetros de campo abierto, de soledad. Al final la carretera
termina en un lugar llamado Senhora do Cabo, un antiguo monasterio con una
especie de plaza mayor semiabandonada con soportales, en forma de U y una
iglesia al fondo.
Pero unos metros antes un camino de
tierra que parte del lado izquierdo de la carretera nos lleva al faro. Tiene
una altura de 31 metros y su plano focal es de 168 metros. Comenzó a funcionar
en 1.790 y hoy en día emite un destello blanco cada 4 segundos con un alcance
de 26 millas marinas. Es una torre hexagonal de sección variable recubierta de
azulejos blancos excepto en las molduras de piedra. Debido a lo aislado
del lugar el faro no se automatizó hasta 1.989, está considerado uno de los más
importantes del país y su mantenimiento sigue estando a cargo de un grupo de 3
fareros que se turnan en las labores. Parece ser que ya en 1.430 los
monjes del monasterio de Nuestra Señora del Cabo ayudaban a los marineros
con una luz que encendían en una de las ventanas del edificio.
El faro se
encuentra sobre unos acantilados que rondan los 100 metros de altura pero está
unos 200 metros tierra adentro.
Lo lógico sería pensar que los faros
deben estar al filo del acantilado ya que a medida que se alejan de él y se
meten tierra adentro va quedando una zona muerta de mar junto a la costa en la
que la luz del faro es ocultada por el mismo acantilado. Precisamente es
esto lo que se busca en algunas ocasiones ya que hay costas con bajos peligrosos
y cuando un barco se acerca demasiado a ella corre peligro de encallar. El
hecho de dejar de ver la luz del faro es precisamente la señal de alarma para
los barcos, es como decirles: "Si no me ves es que estás demasiado cerca
de la costa"Dejo atrás la soledad y la tranquilidad del Cabo Espichel y me
dirijo a la ciudad de Sesimbra donde hay un fuerte llamado del Cavalo y dentro
su respectivo faro.
Esta torre, en condiciones normales, solamente es visible de
manera parcial desde fuera del fuerte, pero me acerco a la puerta y llamo y al
señor que me abre le cuento como buenamente puedo mi aventura de ir de faro en
faro fotografiándolos y le pido permiso para entrar y verlo desde más cerca.
Simpático el portugués que me invita a pasar, a hacer cuantas fotos quiera y a
dar un paseo por el jardín. Es el vigilante del fuerte y su casa forma parte
del mismo. Hay personas que viven en sitios muy parecidos al cielo.
El faro es del mismo modelo que ya había visto antes: Una torre
cilíndrica de hierro, en principio pintada de color blanco hasta 1.959 en que
pintó de rojo, de 7 metros de altura y cuyo plano focal se encuentra a 35 sobre
el mar. Se construyó en 1.895 y en septiembre del año siguiente comenzó a
funcionar con una luz fija de color rojo hasta 1.927 en que se alteró y comenzó
a ser un faro de ocultaciones. Se llama de ocultaciones a la luz que permanece
encendida y que cada cierto tiempo (4 segundos por ejemplo) se apaga. Este faro
se electrificó en 1.972 y pasó a ser automático en 1.983 siendo su alcance
actual de 14 millas.
El fuerte está sobre un promontorio y la carretera por la
que se entra y se sale baja irremediablemente hasta el puerto de Sesimbra que
está a sus pies. Es buena hora para darse un paseo por él y ver sus barcos de
pesca atracados, los marineros cosiendo las redes… y para tomarse una cerveza y
un plato de pescado en un pequeño bar donde hacen lo mismo cuatro o cinco
hombres que aun llevan puestas las botas de agua que usan en los barcos.
Me siento fuera, al sol que ha empezado
a lucir hace poco y del bar sale una mujer para atenderme. Lleva su delantal
blanco, su pelo recogido… por unos segundos creo estar en el bar de María
y ser el viejo farero con los amigos marineros en la mesa de al lado y ella
mirándome a los ojos. ¿Se llamará María esta mujer? No me atrevo a
preguntarle. Ella en cambio, al traerme la cerveza y un platito de aceitunas
mira la cámara de fotos que está sobre la mesa y me pregunta casi por
gestos si ando haciendo fotos a los barcos. Le digo que no y le enseño en la
pequeña pantalla de la cámara algunas de las fotografías de los faros. Tan sólo
reconoce el que tiene a 400 metros de su bar, sonríe y me dice que tengo suerte
de hacer algo así: ella siempre ha estado allí, "como el faro", me
dice.
Si en el Cabo da Roca era el paisaje lo que me retenía y hacía difícil
dejarlo atrás aquí es la sencillez, lo humano de esta gente, de los hombres que
están en la meas de al lado, de esta mujer que lleva toda su vida aquí y que ha
salido 4 veces a preguntarme si todo estaba bien, a mirar los barcos. Es
curioso y triste que un faro, el de Cacilhas, haya viajado más que esta mujer.
Si hubiese llevado un ejemplar del libro se lo hubiese regalado sin dudarlo un
segundo.
Me espera Setúbal para ver el último
faro del día y después para hacer noche. Es el faro de Outao, en la orilla del
río Sado. Es una torre hexagonal de 11 metros de alto y plano focal de 34
metros, instalada sobre un fuerte. La parte inferior de la torre está pintada
de blanco mientras que la superior es de piedra. Tiene dos barandillas, ambas
pintadas de rojo igual que la linterna. Tiene un alcance de 12 millas y su luz
permanece 4 segundos encendida y 2 apagada.
El faro se construyó en 1.880 sobre el
fuerte de Santiago de Outao que protegía la entrada a Setúbal desde el
mar y tiene una curiosidad: Hasta ahora había visto faros instalados en
antiguas fortalezas, lo que no había visto era una fortaleza que además de
contener un faro fuese hospital ortopédico. A las espaldas del faro, o
del fuerte, o del hospital… están las colinas boscosas del Parque Natural
da Serra da Arrábida y, río arriba, a un paseo, Setúbal. Nos vamos para ella a
descansar y pasar la noche.